lunes, 23 de noviembre de 2009

"Purificación de la Poesía"



La telaraña muda se balancea en el tiempo
un dios cruel devora los cristales del alma
y quema las pupilas sin llanto.
Vamos descalzos sobre alfileres
mientras nos crucifica con el silencio.
A veces penetra con su verbo descarnado
que se desflora ardiendo en las heridas.
Estamos yertos despoblados y lejanos
comiendo un pan de sufrimiento.
Estos deseos silentes viajan en puntas de pié
para mirar esa canasta, dónde descansa
el ángel con ojos de topacio.
En la tierra se afirman pies y manos en actitudes
de extraños bagajes interiores.
Un peso insoslayable nos arrastra para deshacer
el núcleo interior de los seres y las cosas.
Le pregunto al hacedor de todo
al que pronuncia los nombres
y los borra con su diestra:
¿Dónde figura la paz en tu libreta?
Yo te pregunto, porque percibo el olor
de la peste en las diademas y las flores.
No debo de estar en este mundo, quizá lo sueñe
ya que no tengo sabiduría.
Y aunque me he endiosado desde el principio mismo
sé que soy un micrón, un número inexacto y repito
el enigma de las pequeñas muertes diarias.
Pronto se apagará la luna en agónico derrumbe
transformada en una masa imprecisa.
Y el espacio infinito cerrará de golpe
sus compuertas.
Vencidos los estrépitos llegará la hora de las estrellas
soberbias e inocentes, armadas con sus rígidos mutismos.
Los cuerpos seguirán dilatando sus esferas.
El sol mirará hacia otro lado.
Un cuchillo de obsidiana despedazará las palabras:
Anunciando el tiempo de no ser...

"Placeres Solitarios"




A su paso se abren los cauces
y se van deshaciendo sin dolor.
Nadie puede alcanzar esas instancias
donde el tiempo da la espalda a las horas.
En ese instante...
las manos son pájaros celestes
que arrastran una transparencia rígida
a la dimensión imperfecta y espacial.
Alienada la respiración se altera
con el ritmo de cadenas solitarias.
La niebla arrincona los fragmentos
de ilimitados seres inhalando vahos
que salen de un solo aliento ermitaño.
Y son fieles como el vello del empeine
como las oscuras pestañas que se aman
prendidas al rocío de su llanto.
Toda la soledad de la noche está con ella
la abraza con su helada ternura
la besa con sus labios de nieve
copulando junto al misterioso enigma
de los dedos que abordan los sentidos.
Sobre una centella fugitiva arden
los tiempos de la noche liberada
se ahogan en el témpano del lecho
donde mueren todos los posibles.
Conjuro de sombras transferidas
ciegas en la cadena de locuras
mientras estalla la represa
de su mar empecinado...