miércoles, 14 de abril de 2010

-Diálogo de Antípodas -





Madja

¿Sabes que te extraño? Me pregunto si me has perdonado o si quizás me odies con todas tus fuerzas, con rencor malvado. Yo no. No te odio, y en vez de olvidarte te recuerdo tanto que te pienso y digo ¿será que aún te amo?


Abdel
Tus reproches fueron socavando el muro que había erigido para protegernos de los vendavales, del odio tormentoso y de las trampas del desamor. No te odio ya. Sencillamente me he alejado. Tanto que mi voz es apenas el eco de un hilillo en la enorme distancia que aún clama tu nombre....
Madja
Hemos sido náufragos de un remolino oscilante. Blancos de ese amar equilátero del alba. No blancos, no intactos, ebrios de misterios hasta la aorta del tiempo y la lejanía. Fuimos y seguiremos siendo dos ángeles quemados. ¿Por qué preguntarse, si el odio, el desamor, la no caricia y el inexistente beso, si al fin lo hermoso está en lo más lejano?
Abdel
El torbellino gira vertiginosamente todavía en esa memoria de besos que no he dado, salvo en el reflejo de las aguas oscilantes en las que contemplas tu hermosura. Si naufragó el amor en ese remolino fue procurando alcanzar el fondo oscuro y suave de los besos.
Madja
No somos. O peor, somos esto. Y es tan poco, que los besos se han perdido entre aludes de distancia o en el sonoro recato de algún vórtice; entre otros tantos besos y bocas caminantes, entre ojos escasos de errantes paraísos. Sí, entre cuerdos, entre agónicos con sonora petulante de sopapo y entre cuerdos de formales alfabetos en los ojos. Por eso seguimos subiendo al polo lejanísimo de nuestra antigüedad, anterior a todo cuanto ha sucedido.
Abdel
Sí, lo sé... así se fue perdiendo en las tinieblas mi corazón, que solo escuchaba palpitar el tuyo. Y el abrazo, ese que tanto ansiábamos, caía en tus aludes de distancia. Sí. Las bocas que besé siguieron su camino. Los ojos en los que me miré no guardaron jamás tu paraíso. Transitamos el túnel de la noche, y tú estás quizás aquí a mi lado y sin embargo no te veo y no alcanzo a tocarte, porque te imagino allá, detrás de aquellos antípodas distantes....
Madja
Sí. Aquí, en estas antípodas de pinos y araucarias, donde resuena un lánguido bandoneón. Estoy mirando al Norte, tocando con mis dedos el aire de jazmines. Entre trigos y vendimias el sol me besa las sienes y rubrica mi pelo. Desatando los ojos miro hacia donde estás mirando y aunque sé que nunca podrás tocarme, te he mirado y tú desde lejos me miraste y nos hemos visto como ausencias presentes, como sombras que viajan con las olas...

Abdel
No he dejado de tocarte nunca querrás decir. Te he tocado con la piel amante de una palabra, con el suspiro marino que te susurra el viento, con el olor a pinos y araucaria que mencionas. Porque soy yo quien te toca cuando el vino se asoma a tus labios. Porque soy yo quien te toca cuando una canción resuena a tus oídos, cuando sueñas en la tersura del oleaje, o en este pecho firme que guarda un corazón que es tuyo, o cuando descubres el sabor de los frutos. No he dejado de tocarte y lo sabes muy bien, cuando despiertas.
Madja
Nadie creerá que degustamos un eco inédito, un lugar piadoso donde maceramos la voz y las palabras, que hemos calculado economía para que viajen a decir estas verdades. Hemos sopesado los altos beneficios que se esconden tras vocablos que se fugan por los resquicios de la virtualidad. Vos y yo perfectos anónimos, descubrimos que tenemos una antorcha en cada mano para remontar los laberintos y llegarnos con estas rosas de poesía.
Abdel
Y al fin, en ese lugar sagrado empiezan los rituales. Afuera está el holgorio o la tragedia, la luna desangrada. Afuera las noticias y sus diarios. La multitud enardecida. Los calendarios, las citas, los horarios. Adentro solo paz compartida en una ceremonia que adereza el tiempo con sus minúsculas manecillas. En realidad es este lugar donde el tiempo se olvida. Donde transcurre sin medidas y en el que cada beso es ceremonialmente luminoso. Andas desnuda sin saberlo y no sientes ya el frío porque has hallado al fin la íntima hoguera de mi pecho.



Autores: Mónica von Müller y Fernando Urena Rib.

lunes, 12 de abril de 2010

"Intemperie"



Estas ahí y sos a la intemperie
estás de pié en el otro mundo
desguarnecido de los otros
y de vos mismo.
Ayer sólo existió la palabra
para estar y refugiarte
la soñaste como a un ángel
para que regrese a contarte
de aquella que canta tu liturgia.


Él ahora entró por tu ventana
cerca de la medianoche
se desnuda lento mirando esquivo
se quita las alas
y luego las extiende
sobre el teclado del ordenador.

Sentís que existe el mensaje
para estar y cobijarse
para ser crear y perpetuar.

Mandato que nombre a tu intemperie
la quiera desmentir pero la afirme…